24 de diciembre de 2010

¡Feliz Navidad!

¡¡¡Felices Fiestas!!!


10 de diciembre de 2010

Desencantos

Los humanos andamos por la vida tirando errores porque nos sobran. Somos marionetas subordinadas, soldados de la espera. Dormimos y nos olvidamos del frío, dando tumbos, apestando al unísono. En el futuro, nos encontrarán desarrollados hacia adentro, escondidos, y sabrán que no recordamos el color de la sangre ni el olor a napalm por la mañana. Y mientras eso pasa, los de arriba luchan por volvernos imbéciles. O exánimes.

O nadie.

Últimamente me despierta el espanto. Soy consciente de que dormimos como orugas y de que somos pocos los que soñamos con despertar para salir volando, como lo hacen las mariposas. Pero lo comprendo.

Es más fácil decir que el desastre te persigue
que levantarse cada día
y demostrar que te sobran los motivos.

Así que seguiremos caminando.
Perderán los buenos y ganarán los de siempre,
hasta que la última vela se consuma
en esta senda putrefacta
con la cruel sonrisa de Dios.

3 de noviembre de 2010

Las niñas, de pequeñas



Las niñas, de pequeñas, compartimos bocadillo en el recreo. Nos gusta ponernos perdidas con los restos de acuarela y soñamos con ser una princesa medieval. A veces lloramos de manera inconsolable y nos detenemos en la sílaba estática del llanto. Otras, sin embargo, palpitamos de emoción, ajenas a la miseria, o nos entregamos a la mudez de las piedras sin tener miedo al reproche. Cuando nos enfadamos, miramos con furia y a cierta distancia.

        Las niñas, de pequeñas, nos dejamos de rodeos. No sabemos qué son la paciencia, la virtud o la lujuria, ni entendemos de marcas de cigarrillos. Tampoco conocemos las fronteras entre este mundo y lo inasible, y en ese perímetro constante, lo somos todo. La memoria es una sombra muda sobre la que aún no sabemos balancearnos. Y el miedo, claro, otra cosa. Aún es demasiado pronto para saber que la muerte impera en todo lo que vive, y los monstruos existen sólo de madrugada.

        Las niñas, de pequeñas, decimos que odiamos a nuestros amigos, pero es mentira. Nos gusta que nos miren mientras cantamos y fingimos no darnos cuenta. Después crecemos y ganamos sensatez al tiempo que perdemos inocencia porque así nos han educado. Y nos reencontramos, lo leí una vez, con la seriedad que antes teníamos al jugar.

28 de julio de 2010

Superwoman

Joder. Casi no puedo respirar. ¿Qué me pasa? ¡Uf! Me falta el aire. Quizás debería… Sí. Parar el coche. Aquí mismo… ¡Qué calor! Igual si me quito el pañuelo… Ahora tendría que estar mejor. Pero no. ¿Por qué no me llega el aire a los pulmones?... ¡Y el corazón! Nunca había latido tan rápido… ¡Dios! ¿Y si no llego a recoger a los niños? ¿Y si me cierran el súper?... Pero venga, Carla, respira… Inspira… Espira… Inspira… ¡Ya sé lo que me preocupa! El maldito informe. Debería estar terminado mañana. Y va a ser imposible con la cena de esta noche… Claro, que a eso sí que no puedo renunciar. Sé que Javier no lo toleraría... Pero mi jefe… Mi jefe me mata. ¡Uf! Y aún no he recogido los malditos taconazos de la zapatería. Joder. Me falta el aire... Tengo que tranquilizarme. Respirar. Inspirar… Espirar… Inspirar… Mierda. No he pedido hora para hacerme la cera… Lo que me faltaba… Pero tranquila, Carla, que esto del estrés es un invento occidental… Y en dos días estás en la playa… Con las mismas preocupaciones aunque, eso sí, en la playa…

En una de estas me largo. Pero sola.
En una de estas me largo...



13 de junio de 2010

Desidia

A veces me escabullo. Me hundo en mí misma, desaparezco del mundo que me rodea y sonrío con desgana. Dejo que pasen los días como si hubiera más. Abandono el sexo compartido y sigo arropada en mi regazo. Tomo firmes decisiones para hacer cosas mañana, y mañana vuelvo a aplazar mi decisión. Tengo fuerzas para actuar en el futuro, pero una débil voluntad en el presente. Pierdo consistencia como persona porque existo muy poco fuera de mí.

        A veces deambulo en esta especie de duermevela sin visiones ilusorias. La abulia y la apatía se apoderan de mi cuerpo y se extienden con la sangre hasta que las oigo batirse en mi sien. Adagio de la indolencia al que llamamos desidia y que nace en mis entrañas, como una vez lo hicieron el amor, el dolor, la paz y el llanto. Me abandono voluntariamente a la incuria porque hallo su origen en lo más cálido de mi cuerpo. Y tan fuerte es este anhelo sepultado dentro de mí, que no quiero despertar.

A Mariapán (http://carapahn.blogspot.com), autora de este dibujo, Desidia, que formará parte de una exposición en Sevilla y que motivó mi pequeña reflexión.

28 de abril de 2010

Extranjero

Regresó al país tras décadas de exilio y encontró su alter ego entre los escombros de las calles. Descubrió la clase de hombre que podría haber sido si hubiese permanecido en casa y con vida, y echó de menos los tiempos en los que las chicas lucían libres y vestían corto, cuando su padre era gobernador, su madre cosmopolita y su educación, en francés y cuidada. Pero nada fue igual desde que la sangre tiñó de rojo las montañas. Entonces comprendió de verdad lo que era la guerra.

       Hoy es el único de la familia que permanece con vida. Casi todos fueron asesinados dentro. Al principio nadie entendió por qué quería reencontrarse con tanto dolor, pero lo cierto es que no buscaba a nadie más que a sí mismo.

       Antes de partir dijo que la dualidad es la identidad última del exiliado, y que su vida al otro lado de la frontera no era más que una hoja en blanco. Había vivido en muchos sitios y a la vez en ninguno, así que volvió a su tierra, pero no encontró lo que buscaba. El mercado, la escuela, el barrio de los músicos… Todo formaba parte de un inmenso cementerio. Sus raíces se habían marchitado. Olía a muerte.

       En apenas siete días regresó a Europa, y al poco le preguntaron si alguna vez volvería a su país para quedarse. Él negó con la cabeza. Allí también se sentía extranjero y extraño. “Y si uno es un extraño en su tierra, lo es en cualquier parte”, añadió.

Y se lamentó de no haber averiguado qué carajo es eso que llaman patria.