29 de abril de 2011

Cenizas de la infancia

Hay una tristeza que cae de repente como agua tibia,
una tristeza adelantada,
que es preludio de la muerte.

Saber que las cosas duran a través de un tiempo,
que es el tiempo del mundo,
y que por eso mismo acaban.

Sentir,
tan dentro,
la fragilidad con la que está construido todo,
incluso nuestra memoria,
y envenenarse con la reacción química
de la emoción más profunda
o buscar,
sin éxito,
una cura contra el tiempo
cada vez que escribimos,
por ejemplo,
o hacemos fotos.

Hay una tristeza que implora
cenizas de la infancia
y trazas del vaivén de aquel columpio.


Y así,
en la penumbra de esta tristeza,
permanezco helada y quieta
sin atreverme a escribir
un final.