18 de julio de 2011

26 de mayo de 2011

La palabra del líder

La palabra del líder siempre vive implícita en los actos de una panda de secuaces, una estirpe en la que el hombre ya no es uno y que quiere, o cree que quiere, alcanzar a cualquier coste la victoria, lo más alto. Y ciego aún, perdido el norte, el hombre sucumbe sin saber que ya está preso, enarbola la bandera de un triunfo que no es suyo, que es de otro, y se entrega sin temor al como digan, dejando al fin de ser sujeto y al amparo de una gloria que no existe.

        Sepan esos hombres que han perdido la cabeza, y todos los que son hoy dirigentes de rebaños, que yo no pienso confesarme, aunque digan que es la forma, ni largar por esta boca lo que afirman que es correcto.


13 de mayo de 2011

Certezas

Los tacones,
el pincel para la barra de labios y, en general,
todo lo que me aparta de la naturaleza.

El olor interno de mi bolso inevitablemente perfumado,
la laca.

Saber que sin el rímel no soy nadie
en esta fiesta llamada cóctel
y a la que por obligación tengo que ir.

Contener las emociones en los mítines infumables.
Ser prudente.
Oírle decir mentiras al señor enchaquetado
y tener que sonreír.

Todo esto me aburre.

Por eso a veces me da por revisar las certezas
y por poner un par de copas sin infudios
-ni ceremonias-
en este absurdo minibar.



29 de abril de 2011

Cenizas de la infancia

Hay una tristeza que cae de repente como agua tibia,
una tristeza adelantada,
que es preludio de la muerte.

Saber que las cosas duran a través de un tiempo,
que es el tiempo del mundo,
y que por eso mismo acaban.

Sentir,
tan dentro,
la fragilidad con la que está construido todo,
incluso nuestra memoria,
y envenenarse con la reacción química
de la emoción más profunda
o buscar,
sin éxito,
una cura contra el tiempo
cada vez que escribimos,
por ejemplo,
o hacemos fotos.

Hay una tristeza que implora
cenizas de la infancia
y trazas del vaivén de aquel columpio.


Y así,
en la penumbra de esta tristeza,
permanezco helada y quieta
sin atreverme a escribir
un final.

13 de febrero de 2011

Farol

Vi por primera vez al Mago cuando tenía veinte años. Fue en el invierno de 1949. Había oído hablar de él antes, y recuerdo su Porsche aparcado junto al casino, casi a modo de insulto. Yo no llevaba mucho tiempo en esto y aún me sentía incómodo en aquella sala de penumbra y vicio: detestaba el olor de los habanos, no me gustaba el whisky solo y contaba los dólares con poca soltura.

Con las cartas, eso sí, era otra cosa.

    Aquella noche le vi apostar billetes de los grandes como si fuesen de mentira. Sólo algunos hombres llegan a ser tan poderosos como para subestimar así el dinero, y quise ser poderoso. Heredé su frialdad, que me empapó como si me hubiese engendrado.

Cambié para siempre el rumbo.

      Dieciséis años después hay mucho más dinero en la mesa de lo que jamás había apostado. Frente a mí, sólo el Mago. Y de fondo el peso de la última mano de la partida, el regusto a whisky caro y la bruma espesa de los habanos haciendo más denso el aire. 

       Doblo la apuesta. Hay muchas fichas en juego y al aire le falta oxígeno. Me pesan la solemnidad, el rito, la burla al azar. Él me mira a los ojos, cree que llevo una buena mano.

Las cartas ponen el punto y seguido a la noche.

      Alguien dice detrás de mí: "No tiene nada". Yo no dejo de mirar al frente y saboreo mi respuesta: "Se equivoca, caballero, lo tengo todo".

4 de febrero de 2011

22 de enero de 2011

A través del espejo

"Algunos les dicen locos a quienes cambian simultaneamente de un estado de razón a comedia común. Para mí sólo tienen amplitud de personalidad" | Anónimo

Anoche soñé que cruzaba el viejo adarve...

Acababa con esta trama que es la norma
y compraba con voluntad mi autonomía.

Decidida a abandonar cualquier costumbre,
dejaba este lugar,
que es eco ajado,
cruzaba al otro lado del espejo
y te encontraba allí,
colgando estas palabras de los árboles.

Creyéndote quizás tan servil como el tirano,
o dispuesto a olvidar por un momento a aquel que dicta.

Y hoy,
ahora,
al despertar de nuevo en esta orilla,
sé, como tú,
que sólo al otro lado del espejo
son prudentes las respuestas desmedidas.

9 de enero de 2011

Entre tú y yo, nosotros

Yo, tú, yo
y esas sábanas explayadas.
Yo, tuya, posando entre palabras
que apenas son un susurro,
casi silencio.

Me gustas cuando estoy desnuda
y me llamas por mi nombre.
Te reconozco a media luz 

y me gustas así,
cuando suspiras, aspiras 

y te mueres un poco.

Me gusta el paso de las horas

y ese eco tuyo 

que es calor de vida.
Amarte con todos los sentidos
 

entre líquidos sin vaso 
y sábanas explayadas.

Y tu mirada cuando es codicia, afán, deseo...

Y saber que fuera llueve,
que el gato ronronea sobre un fondo de jazz,
y que no existe el tiempo
entre tu voz y el vino.

Entre tú y yo, 

nosotros,
ebrios de anhelo.

Me das vértigo.