14 de julio de 2015

7 de julio de 2015

¿Imposible? Sólo si no lo intentas

Vivir obliga. Mírate. Te debes a la vida y al edén prometido, al aplomo y la consistencia de tantas y tantas estructuras imperturbables. Si mal no recuerdas, en otro tiempo tu vida era una fiesta donde los corazones se abrían y los vinos no dejaban de fluir.

Pero hoy pareces así, tan triste... Esas ropas te vienen grandes y constantemente te esfuerzas por mirar más de un lado que de otro.

Te debes a la vida y a las luces rojas del destino, que te nublan la voz y la garganta, vaciándote los argumentos y convirtiéndote en la carencia perpetua de quien en origen fuiste. La mies es poca y los obreros muchos, y tú eres de los que aprietan los dientes y agachan la mirada, de los que silenciosamente hacen su trabajo. Te frenaron y ahora tienes que subir las escaleras de dos en dos. Vivir obliga.

Te debes al asfalto encendido del barrio en que naciste, a las oportunidades que se te dieron, a las que aprovechaste y a las que no. A quienes te criaron y a quienes te instruyeron, a los amigos no amigos que caminan contigo, a los hijos nacidos o a los que están por venir.

A todo eso y más
te debes.

Te debes y no estás, no te orientas. El verano ha llegado para replegar una nueva historia sobre las historias viejas, al ritmo del mundo, que hoy se te antoja más lento y cargante. Te marean las líneas del metro y te sientes un poco más viejo, pero de repente un día descubres que hay algo en ti que clama alto, una especie de temblor, de zarandeo. Los sueños que persigues se parecen poco a los de antes, pero persisten, redundan como siempre.

Y al fin te das cuenta de que sólo necesitas un par de cajas para empaquetar tus días
y darle al play en otra parte.

          | Yo lo hice